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Así fue Salento de noche y de día
Municipio de Salento
Así fue Salento de noche y de día

Unos amigos nos habían contado su historia de viaje en el municipio de Salento y en su relato casual lograron despertar nuestro interés por este destino que se presentaba perfecto para disfrutar verdaderos días de descanso.

Así que seleccionamos un fin de semana, buscamos por internet el tipo de hotel en Salento que deseábamos y las actividades que nos habían recomendado nuestros amigos y nos preparamos para visitar este lugar al norte del departamento del Quindío del que ya teníamos buenas referencias.

Con Milena, mi esposa, planeamos esos tres días al detalle, al fin y al cabo no teníamos vacaciones desde dos temporadas atrás y era oportuno aprovechar cada momento.

Nuestra primera tarea fue elegir el sitio de llegada, un hotel que tuviera un significado especial, que fuera pequeño, acogedor, con algo de historia, de intimidad, de arraigo con el pueblo. Después de mucho ojear en el internet nos decidimos por el Hostal Ciudad de Segorbe, de buenos comentarios en tripadvisor y justo lo que necesitábamos.

Empezamos a componer nuestra agenda partiendo de nuestros gustos personales y de lo que nos proporcionaba el destino. El municipio de Salento es un territorio tan privilegiado en aventuras y naturaleza que exigía nuestra mejor selección.

Al final fue un viaje espléndido y divertido que queremos compartir contigo.

Primero nos registramos en el hotel. Eran pasadas la una de la tarde de ese viernes cuando fuimos a almorzar a un restaurante pequeño ubicado en la Calle Real. Por supuesto, el pedido fue trucha, uno de los alimentos más apetitosos y ricos de la gastronomía de Salento.

En la tarde nos dimos un paseo por aquí mismo, La Calle Real, un larguero que une cuadras enteras entre la plaza principal y el sector que da acceso al cerro donde se halla el mirador y cuyo entorno reúne casas coloniales, restaurantes, tiendas de artesanías y hoteles.

Como se nos hizo temprano fuimos paso a paso hasta el mirador para encontrarnos con la primera gran maravilla de la región, el Valle de Cocora, un espectáculo natural inigualable sembrado de exuberantes palmas de cera. Caía la tarde, esa imagen aún no se borra de mi mente.

Cenamos ahí cerca, en el restaurante Camino Real, un lugar ubicado sobre la Calle Real. Es un sitio amplio de estructura artesanal y de un ambiente muy cálido. Su carta incluye comida gourmet y platos típicos de la región. Nos quedamos un buen rato, pero sabíamos que teníamos un compromiso a primera hora, así que nos fuimos para el hotel temprano.

A las seis de la mañana nos estaba esperando un transporte que nos llevaría hasta el Valle de Cocora para hacer una de las actividades más novedosas del sector, el trekking, una caminata guiada que nos hizo parte de un entorno sobrecogedor para revelarnos el secreto de la naturaleza, inéditos paisajes, caminos, aves, sonidos, colores, un conjunto de placeres indescriptibles e inolvidables. Luego de 6 horas regresamos al hotel para descansar un poco porque nuestro itinerario nos tenía una nueva sorpresa en la tarde.

Pasado el mediodía y luego de un ligero almuerzo, nos recogió un jeep Willys, considerado un transporte típico de la región, para llevarnos al Coffee Tour El Ocaso, una experiencia en una finca de café. Tardamos unos minutos en estar en el lugar y otros más reconociendo las bondades de un fruto que produce la bebida de mayor consumo en el mundo. Nosotros estábamos ahí, en un recorrido guiado por expertos que nos permitió interactuar con los granos maduros desde que están en la mata, desde que se procesan hasta alcanzar ese momento cumbre del consumo con todas las bondades de su sabor.

Más tarde nos antojamos de otra bebida típica de la región. Ya en Salento nos acercamos a una de las esquinas de la plaza para tomar forcha, una mezcla de maíz fermentada que hace estragos en la boca para producir un sabor sensacional.

La noche genera un entorno diferente pero igual de acogedor. El frio es un cómplice perfecto para buscar el calor de un bar con una buena carta de cocteles y un ambiente acogedor.

En la mañana, un jeep Willys nos llevó hasta el Valle de Cocora porque cuando lo conoces, no es fácil olvidarlo y nosotros queríamos pasar un tiempo más allí. Sin afanes caminamos cerca a las palmas de cera, tomamos fotografías y alquilamos caballos para continuar nuestro paseo por este lugar ensoñador y lleno de encantos.

Almorzamos en un restaurante del sector y nos devolvimos rápidamente para visitar nuestro último punto de la agenda de viaje, la reserva natural Kasaguadua, un sitio genial que busca la preservación de la naturaleza a partir de la valoración y el conocimiento de la flora y la fauna. Los guías son personas enamoradas del entorno y eso lo sentimos nosotros, un respeto infinito por uno de los reinos más poderosos y afectado cada vez más por la especie humana.

Más de cinco actividades se nos quedaron por fuera de la libreta de anotaciones pero prometimos volver a este paraíso llamado Salento, un privilegio enclavado en las montañas del Paisaje Cultural Cafetero.

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